El temblor de mi cuerpo
se detiene con el rumor
de las acacias y begonias.
La primavera revienta
de vida las calles, aceras
y praderas de mi ciudad
en un grito de alegría.
Jilgueros y mirlos
vuelan con la gracia
de los ángeles benditos.
Traen noticias nuevas,
perfumes de Oriente,
inauditos y seductores.
La fiesta de colores
se abre por fin ante mis ojos,
junto con el Vals Vienés
y caricias de violines.
Hoy parece que la vida
nace otra vez, más bella,
rendida al placer
más puro y noble.
Poema inédito