
La soledad nos envuelve como un gato perezoso acurrucado en nuestros brazos y se instala para formar parte de nuestro cuerpo.
Vivimos en una sociedad que vive cada día a un ritmo acelerado. Estamos desorientados con el sentido del tiempo. Queremos conseguir todo de manera rápida, sin dejarnos deslizar por los momentos que nos enriquecen y nos ayudan a evolucionar.
Cada vez nos cuesta más relacionarnos con las personas que nos rodean, al vivir en una sociedad vertiginosa en la que trabajamos todo el día. Apenas nos queda tiempo para estar con la familia o los amigos. Usamos entonces internet para chatear o hablar con ellos. Hasta en la misma oficina los e-mails se han convertido en una auténtica arma de trabajo y vuelan constantemente por encima de nuestras cabezas. Hemos dejado de hablar casi con los compañeros… No queda tiempo.
Y con esta maldita crisis que nos azota, el sentimiento de negatividad se acentúa más. Nos encerramos más en nosotros mismos porque la preocupación nos invade. Desconfiamos del viejo amigo o compañero porque pensamos que en un momento dado nos puede traicionar o herir. Desconfiamos del jefe, desconfiamos de nuestros vecinos, desconfiamos de la vida misma… Si seguimos envueltos en esa nebulosa de soledad y pesimismo no saldremos jamás adelante.
No vale competir con los demás, perjudicándoles o menospreciando su trabajo. No vale estar continuamente con la cara de póker, evitando iniciar una pequeña y amable conversación. No vale enfadarse. No vale engañar con palabras o con gestos que mortifican el alma. No vale acusar a los demás, o regañarles con palabras hirientes que justifican tan sólo sus propios vacíos y sus problemas.
¿Hasta cuándo vamos a seguir tapando nuestros propios agujeros de miedo, vacío y ansiedad? La vida es más fácil de seguirla y de vivirla. Tan sólo con una sonrisa cada día, una buena palabra, un gesto amable y dulce... Solamente con pequeñas dosis de optimismo y una inyección de buenos propósitos podemos elevarnos a nosotros mismos y a las personas con las que tratamos a diario.
Si todos tuviéramos esa intención, creo que se levantaría una onda expansiva de entusiasmo e interés y sería más fácil de salir de situaciones realmente difíciles como las que podemos tener actualmente.
Dejemos a un lado nuestras preocupaciones y confiemos plenamente en que las cosas fluyan a su ritmo, y nos lleguen a su debido tiempo, aparcando necesidades egoístas y soledades internas.
Alodia (Publicado en DELTAvisiontv.com)