Podemos mirar y no ver. Escuchar
sin sentir lo que dice el otro. Caminar sin saber por dónde vamos. Trabajar por
inercia, como un pequeño robot. Comer sin apreciar los sabores. Vestir con lo
primero que encontramos en el armario, sin armonía o ningún gusto. Leer sin
comprender. Escribir sin reconocer las palabras, escritura automática. Amar sin
entregarnos. Hay cien mil cosas que hacemos cada día mecánicamente, sin darnos
cuenta. Nos hemos instalado en la comodidad de la vida y apenas sentimos nada,
no vivimos el momento. Quizá porque ese presente no nos gusta y deseamos otras
experiencias que pensamos nos alimentarán mejor.
Tendríamos que recuperar la
inocencia de las cosas y fluir en el instante que gozamos por delante. Trabajar
a tope cuando toca, disfrutar de cada minuto, desde una acción cotidiana, como
fregar los platos, planchar… hasta otro tipo de actividad, mucho más lúdica, sea
caminar por la montaña o ir a cenar con unos amigos, puesto que el tiempo vuela
aunque no lo apreciemos. Mañana puede ser demasiado tarde.
Hace tan sólo unos días,
comentaba con mis compañeros de trabajo, lo bien que estábamos en la oficina
cuando no existía en nuestras mentes la palabra CRISIS. Había un ambiente más
distendido y reíamos mucho más, además de realizar nuestra faena con esfuerzo y
ahínco. Seguramente entonces no apreciábamos lo que teníamos como ahora lo
hacemos. Yo soy la primera, sin duda, quizá esperábamos otro futuro mucho
mejor.
Ahora SI que esperamos un gran cambio. Lo necesitamos, lo deseamos con
todo nuestro corazón. Y estoy segura de que llegará más tarde o temprano. Ojalá
sea más pronto de lo esperado; pero para que haya un gran cambio tiene que
morir lo viejo, lo caduco. Por eso se oyen tantas noticias injustas en
diferentes ámbitos: política, religión, economía, etc. Todo necesita una
renovación…para que poco después florezcan nuevas semillas.
Por lo tanto, deseo que abramos
los ojos a los nuevos cambios que puedan venir y no nos convirtamos en unas máquinas.
Hagamos las cosas con conciencia, disfrutando al máximo de ello. Y
especialmente no nos dejemos llevar por los medios televisivos y los diarios.
Nos manipulan, nos arrastran al pesimismo. Nunca dicen nada bueno. ¿Cuándo
hemos escuchado buenas noticias en el telediario? ¿Es posible que nunca ocurra
algo extraordinario?
Por último, tener el firme convencimiento
de que nosotros mismos somos los primeros que tenemos que cambiar. Nuestra
actitud hacia la vida tiene que ser más tolerante, abierta y optimista.
Escuchar más a los demás, ayudarles cuándo lo necesiten. Vivir de manera más
sencilla, huyendo del egoísmo, la avaricia o los deseos de grandeza, cultivando
los valores de siempre: el amor y la solidaridad.
1 comentario:
Ese cambio, querida Micaela, llegará porque son muchas las conciencias individuales que están despertando y si cada uno se ocupa de su cambio interior en el sentido que propones, solo eso, ya significa la suma de muchos.
Me encantó, ya te lo dije, haber estado contigo en Barcelona, con ambos, charlando sobre esa taza de café o refresco, de todo lo humano y divino. Coincidimos en mucho y poco o más arreglamos el mundo jajajajaja.
Un beso muy grande, ya estoy retomando la tediosa rutina y la actividad bloguera que me llena de alegría.
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